jueves, 19 de febrero de 2009

EL DESÁNIMO


“Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová” SALMO 27:13


DEBES DE LUCHAR CONTRA EL DESÁNIMO

El desánimo es una de las armas favoritas de Satanás: una tentación muy sutil del enemigo es tratar de desanimarnos. Una cosa es el abatimiento y la tristeza que todos tenemos cuando nos sucede algo malo, pero otra cosa muy distinta es bajar los brazos, encerrarse y deprimirse. Vemos a muchas personas empezar con ánimo para el Señor con mucho entusiasmo y dedicación, pero frente a las primeras adversidades, dejar todo de lado y abandonar por la mitad del camino la tarea que Dios les encomendó.

He aquí unos consejos para enfrentar el desánimo

· No lleves solo la carga: Busca la compañía de amigos cristianos. En Eclesiastés 4:9 se nos dice que es mejor ser dos que uno. No escondas tus sentimientos y dolores, habla con alguien y comiencen a orar juntos por tu necesidad.

· No te compares con otros: En 1° de Reyes 19:4, el profeta Elías expresa en un momento de angustia: “No soy mejor que mis padres”. Nunca nos comparemos con otros, cada uno tiene su propia identidad. Somos únicos. La meta en la vida no es competir con otros, sino soñar todo lo que podamos ser para Dios

· No te dejes manejar por tus emociones: No podemos dejar que nuestra vida cristiana sea dirigida por nuestras emociones. El ser humano es muy cambiante. Hay días en los cuales no tenemos ganas de leer la Biblia, pero igual debemos hacerlo; hay momentos en que “no sentimos” deseos de seguir adelante con nuestros sueños, pero igual debemos de seguir avanzando.

· No exageres las cosas: Elías le dice a Dios: “He quedado solo y me buscan para matarme” (1° de reyes 19:10). Se sentía solo, pero dice el versículo 18 que había otros siete mil que tampoco se habían inclinado ante Baal. Elías estaba haciendo el papel de víctima. A veces exageramos nuestra preocupación por los problemas.

· No te metas en una cueva: Meter la cabeza debajo de la tierra no soluciona las cosas. Los problemas hay que enfrentarlos y tratar de resolverlos. Elías, en medio de su angustia, se encerró en una cueva. Muchos se encierran en sus piezas, no quieren salir de sus casas. Esa es la peor receta para enfrentar un momento de dificultad. Sal de tu encierro, busca otras personas que te puedan ayudar. Dios le dice al profeta “¿Qué haces aquí Elías?” (1° de Reyes 19:9). El Señor no te quiere ver angustiado. Sal de esa cueva, allí no está la respuesta a tu problema.

· No renuncies nunca a tus sueños: Moisés fue un hombre de fe que en medio de la adversidad, “se sostuvo como viendo al invisible” (Hebreos 11:27). La peor decisión que podemos tomar es renunciar, bajar los brazos y abandonar aquello que Dios nos encomendó. La victoria no está al principio ni en el medio del camino, sólo al final de la meta se encuentra la bendición de Dios. Los que avanzan en fe son aquellos que verán la gloria de Dios sobre sus vidas y sus ministerios. No retrocedas nunca. “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (San Lucas 9:62).

Yo espero que no haya ninguno que se vaya de aquí desanimado en esta noche. No hay razón para ello.

El es el Dios infinito. Ud. sólo tiene que permitirle a El tomar control, y luego que coloque una fe aquí que se pone en acción. Inmediatamente en ese momento, pudiera ser que Ud. no vea nada suceder.

Ud. sólo tiene que aceptarlo, eso es todo. Y quizás Ud. tiene fe como de una semilla de mostaza, sólo un poquito. Pero si Ud. tiene fe como de una semilla de mostaza, sólo aférrese a ella. La semilla de mostaza no se mezclará con nada más. Y si Ud. tiene fe real, no se mezclará con incredulidad. Aférrese a ella y lo ayudará en toda dificultad y se dará cuenta que Ud. está fuera de la cueva, y en la luz. Sólo aférrese a ella.

Mi amigo desanimado, no permita Ud. que Satanás le cuente su mentira una vez más. No permita Ud. que suceda eso. No permita Ud. que Satanás le diga que la Palabra no significa exactamente lo que dice. Correcto. La Palabra significa así como dice.

Amado Dios, te estamos agradecidos en esta noche por esta gran oportunidad de venir nuevamente en el Nombre del Señor Jesús, para hacerle frente a nuestro enemigo, Tu enemigo, aquí afuera en pleno campo de batalla, para correrlo de en medio de Tu pueblo con la Palabra; para que ellos puedan ver en esta noche, Señor, la Luz del Evangelio. Anima al desanimado. Levanta las manos débiles que antes se colgaban sueltos. Que podamos mirar hacia la Venida del Señor Jesús, lo Cual creemos está a la mano. Esto lo pedimos en el Nombre de Jesús. Amén. WMB

viernes, 9 de mayo de 2008

GRACIAS SEÑOR POR TU PERDON


ESTA HISTORIA ME RECUERDA LA VEZ QUE LLEVARON A NUESTRO SEÑOR A LA MUJER ADULTERA, ESPERO QUE SEA DE BENDICION PARA USTEDES

Hace algún tiempo, en el Estado de Ohio, en donde estaba llevando a cabo unos cultos, aprendí una lección de la manera más dura. Habíamos estado comiendo en un pequeño restauran! en donde habían unas damitas muy amables que servían, decentemente vestidas y limpias, lo mejor posible. Era un verdadero regalo el comer en un lugar tan placentero como ese. Su cocina estaba tan limpia, como si fuera nueva. Los domingos cerraban y se iban a su iglesia.

Yo iba a predicar ese domingo en la tarde, y sintiendo un poco de hambre, me fui hacia lo que parecía ser un ordinario restaurantito americano. Cuando me encaminé a la puerta, ¿qué oí? era la radiola (o rockola) a todo volumen. Miré hacia la parte atrás del edificio, y allí estaban algunos jóvenes, muchachos y muchachas, tocando esos discos de rock and roll en esa máquina. Una mujer joven, como de dieciocho años de edad, estaba parada allí, indecentemente vestida, y permitiendo que uno de los muchachos actuara indecentemente con ella. Todos estaban bebiendo y fumando. Yo pensé: Oh, Dios, ¿cómo puedes mirar y soportar todo esto?

Oí a alguien quejarse fuertemente, y miré hacia mi derecha. Allí se encontraba sentada una mujer ya de mayor edad, probablemente en sus sesenta o setenta años. Ella tenía sobre sí una ropa corta y vulgar. Su piel tan vieja y tan arrugada, estaba tan flácida como podía. El maquillaje cubría su rostro. Su cabello estaba cortado muy alto, teñido de azul y encrespado hacia arriba. Las uñas de sus dedos las tenía pintadas de color morado intenso. Los zapatos que traía, abiertos, mostraban las uñas de sus pies, pintadas de color morado.

Yo miraba tanto a ella como a los dos borrachos, los cuales estaban sentados a la mesa, frente a ella. Era en verano, pero allí estaba uno sentado con un sobretodo militar, viejo, y una bufanda gris alrededor de su cuello. Largas barbas colgaban de su cara. Eructando, él y su compañero se disculparon con ella, y tambaleándose, se fueron al privado.

Parado allí, le pregunté a Dios por qué no destruía tal impiedad; por qué no la hundía debajo de la tierra. Deseaba saber si mis pequeñas, Sara y Rebeca, tendrían que crecer en medio de tales disparates. Yo me dije: Dios, ¿cómo puedes Tú, en Tu gran santidad, soportar y mirar siempre tal cosa como esa, y no mandar un terremoto y hundirla?

Mientras me sostenía allí, condenando a la mujer, sentí al Espíritu de Dios. Me aparté atrás de la puerta, y una visión vino a mí. Veía al mundo dando vueltas con una franja roja alrededor. Vino tan cerca hasta que me vi yo mismo como un muchacho, haciendo cosas que no debía de haber hecho. Quizás no eran tan malas como las que acababa de ver, pero eran pecado. Cada vez que hacía algo malo, miraba una gran sombra negra ir hacia el cielo. Dios me podía haber matado por ese pecado.

Entonces vi, parado entre Dios y yo, a Jesucristo, ese perfecto sacrificio. Yo le vi, allí parado, con las espinas en Su cabeza. Saliva pendiendo de Su cara. Cada vez que mis pecados iban hacia Dios, El los alcanzaba y los detenía. Como la defensa de un carro, me estaba protegiendo de la muerte. Cada vez que hacía algo malo, la santidad de Dios demandaba la muerte para mí. Ciertamente, Su Ley lo requiere. Empero cada vez que yo hacía algo malo, la sangre de Jesucristo actuaba como una defensa. La franja roja significaba que la sangre era eficaz para mí.

Me acerqué un poquito más a El, y le podía oír decir:
"Padre, perdónale. El no sabe lo que hace."

Miré hacia abajo, y vi un libro y un ángel haciendo registros allí a su lado. Estaba registrando mis pecados en el libro que tenía mi nombre. He llegado a la conclusión de que algún día esa franja de sangre será levantada y yo tendré que comparecer ante la presencia de Dios con mi vida pecaminosa. Vi que Su misericordia detenía mi juicio completamente fuera.

Humildemente vine hacia El. Me arrodillé, y dije: Oh, Jesús, Hijo de Dios: No soy digno de venir ante Tu presencia;
pero, por favor, ¿me perdonas por lo que he hecho?

Tocó Su costado con Su mano, y tomando el libro antiguo, escribió en él: PERDÓN, y lo tiró atrás de El, y mis pecados desaparecieron. Entonces El me miró, directamente a mis ojos, mientras decía: "Ahora Yo te he perdonado; pero tú la quieres condenar a ella."- Entonces entendí lo que todo esto quería decir.

Cuando salí de la visión, me encaminé hacia ella, y dije:
¿Cómo está Ud.?

Ella estaba bebiendo, y al mirar hacia arriba y verme, dijo:
Hola.

Dije: ¿Me permite sentarme? Ella dijo: ¿Tengo acompañante?

Dije: No de esa manera, señora. Sólo deseo hablar con usted por un momento.

Ella dijo: Puede sentarse.

Le dije: Señora, hace unos momentos, estando parado detrás de aquella puerta. .."

Comencé a contarle, y mientras lo hacía, lágrimas corrían por sus mejillas. Ella me dijo que no quería hacer aquellas cosas. Ella siguió diciendo: No señor. Mi padre fue un diácono en cierta iglesia. Yo fui criada en un hogar cristiano. Mi esposo y yo, oramos miembros exclusivos, y con nuestras dos hijas vivíamos la vida cristiana.

Continuó diciendo cómo, después de su muerte, ella se extravió. Las muchachas la abandonaron, y ella disipó su vida. Pensaba que ahora ya no había más esperanza para ella.

Le hablé acerca del amor de Dios y cómo, misericordiosamente, El perdona a través de Jesucristo. Ella dijo: ¿Es Ud. el reverendo Branham, quien está teniendo cultos en el pueblo?

Le dije: Yo soy.

Ella dijo: Me avergüenzo de estar sentada en esta condición. ¿Piensa Ud. que hay oportunidad para mí?

Le dije: Jesús tiene Sus brazos extendidos esperando que Ud. venga, señora. ¿Quisiera venir a El? ¿Quisiera arrodillarse aquí mismo y orar conmigo?

Ella dijo: Lo haré, señor.

La tomé de la mano. Ella era como de la edad de mi madre. La demás gente comenzó a miramos. La atmósfera cambió y tuvimos una antigua reunión. Dios salvó a esa mujer por Su gracia. Se vistió y vino al culto; y hasta donde yo sé, ella está viviendo una vida cristiana hasta el día de hoy.

Sí. Dios le anda buscando a Ud. No importa si ha pecado mucho o poco. Ud. todavía es un pecador, y no puede ser reconciliado sino por Jesucristo, el todo suficiente sacrificio de Dios. En El, Ud. es perfeccionad o para siempre (Hebreos 10:1-4).

Piense en ello. No es algo que Ud. puede hacer. No se trata de corregir su conducta. "No por obras, para que nadie se glorié" (Efesios 2:9). Es una confesión de su error y de aceptar la gracia de Dios hacia Ud. Como leemos en los Romanos 10:9:
"Que si confesares con tu boca a! Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo." Esto lo trae a Ud. a perfección. Perfección en Jesucristo.

Yo confío ahora, amigo mío, que usted se detendrá y hará su decisión. Quizás Ud. nunca había oído el camino de salvación, o quizás lo ha oído vez tras vez. Recuerde: Ud. lo está recibiendo o lo está rechazando. Piense seriamente acerca de la condición de su alma.

Ud. pudiera decir: Hermano Branham, cuando pueda dejar de fumar, cuando pueda dejar de tomar, cuando pueda arreglar esta cosa o la otra, yo vendré a ser un cristiano.

Esa no es la manera de hacerlo. ¿Por qué no viene tal como es Ud.? Recuerde las palabras del himno.
Tal como soy, sin más decir,
Que a otro yo no puedo ir,
Y Tú me invitas a venir,
Bendito oCristo, heme aquí. - ,

¿Por qué probar un substituto, o por qué tratar de entrar por medio de su iglesia? ¿Por qué tratar de venir porque ya Ud. dejó sus malos hábitos? Venga por la vía de la perfección. "Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre á los santificados" (Hebreos 10:14).

¿Cómo llegamos a ser santificados? Confiese sus pecados. Y la Vida redentora de la sangre de Jesús, viene al que ofrenda, y lo santifica de los deseos de su carne. Porque por el todo-suficiente sacrificio, El nos ha santificado. "Porque por un Espíritu somos-todos bautizados en un cuerpo. . . " (1 Corintios 12:13). "Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. . . " (Romanos 8:1).

Si Ud. está tratando de andar en el Espíritu, y todavía desea las cosas de la carne, el sacrificio no ha sido aplicado suficientemente por Ud. Hebreos 10:2 enseña que los que se ofrendan, una vez purgados, no tienen más deseos de pecado.

El Calvario fue el lugar donde el hombre y Dios fueron reconciliados. Fue el lugar donde la paz espiritual y la perfecta seguridad, fueron traídas a la humanidad. Venga conmigo al Calvario, amigo pecador, y por la fe, aplique esta sangre a su propia amia, y permita al Espíritu Santo que venga y lo santifique por Su gran sacrificio.